El arte del calafateo

A mediados de septiembre 2021, en los astilleros de la Fundación, han comenzado las obras de mantenimiento y reforma del Livia, Yawl 42’ de 1964. Carlos Sindín, carpintero de ribera, explica desde la experiencia el proceso de calafate.

Livia recién llegado a los astilleros de la Fundación Vela Clásica de España.
Por Carlos Sindín.

Como es fácil de entender, la obra viva, es decir, las maderas del barco que se encuentran sumergidas, se mueven. Para evitar las vías de agua es preciso sellar las juntas entre esas tablas.

Aunque hoy en día hay resinas epoxis y poliuretanos muy avanzados, siguen sin ofrecer la flexibilidad que nos da el material original. Y, ¿cuál es éste? La estopa tratada con alquitrán.

El calafate, antaño, era considerado pieza clave en la construcción o en la reparación de un barco. Tanto es así, que no hacía ninguna otra cosa. Y, del mismo modo, el carpintero no calafateaba nunca. Sin ir más lejos, mi maestro no me permitió nunca calafatear. Solo pulir…

Calafatear: en la construcción naval se denomina calafatear a la acción de introducir entre dos tablas del casco de madera una combinación de estopa de cáñamo embebida en alquitrán a fin de evitar la entrada de agua. 

En la actualidad ya se ha perdido esa especialización y ya son los carpinteros los que calafatean también. Yo, por ejemplo, tuve que aprender con el paso de los años. Lo primero que calafatee fue un bote mío, y ahí sigue.

Pero es que hay que tener en cuenta que había mucho secretismo en todo lo relacionado con los trabajos en un barco. Si tú sabías hacer algo un poco especial, procurabas que nadie más supiera hacerlo para que no te quitaran el sitio. Los maestros no te decían cómo hacer algo… Tenías que fijarte tú.

Algo que sí me enseño mi maestro fue a frasquear, algo también muy interesante y de lo que hablaremos en capítulo aparte.

Calafatear no es complicado, pero exige mucha concentración y ser muy minucioso. Eso hace que sea una tarea monótona. Más pesada por repetitiva que por complicada.

Antes de comenzar la tarea de calafatear, hay que comprobar que el barco está “bien clavado”, es decir, que es preciso asegurarse de que todos los clavos y tornillos estén fijados.

Para cubrir esas rendijas existentes entre las tablas, la estopa se va colocando en forma de ocho y las cuñas se van superponiendo (nunca se deben poner linealmente). Se comienza con la primera cuña y la siguiente va debajo, y la siguiente debajo… Así hasta que se consigue la presión deseada.

Una vez puesta la estopa, se utiliza un hierro para pulirlo y emparejar la junta. En el interior, puede que haya asomado. En ese caso, nunca hay que tirar de ello, solo cortarlo.

Una vez calafateado el barco, es preciso proceder a pintarlo, lo que permitirá sellar la estopa.

En la actualidad se ven cosas que no dejan de apenarme y es que, barcos construidos para durar más de cien años han sido destruidos poco a poco debido a un mantenimiento deficiente. Hay mucha tendencia a gastarse mucho en pintura y muy poco en lo que realmente importa.

Quedan muy pocos carpinteros de ribera (especializados en la fabricación, mantenimiento y reconstrucción de barcos) y calafates creo que aún subsisten dos en Sanlúcar.

Es una pena cómo se ha ido perdiendo todo. El carpintero de ribera era lo más valioso del barco, porque era el que podía evitar que se hundiera por una avería o una vía de agua abierta durante un combate. Antaño, cuando se cogían prisioneros de otro barco se solicitaba un rescate por todos… Menos por el carpintero. A ése se lo quedaban para ellos.”