Entrevista a Fernando León Boissier por Fermín Rodríguez.
Septiembre 2021
Esto comentaba socarronamente el cabeza de familia, cuando veía el afán con el que su cachorro trataba de preparar al máximo su obsoleto Optimist de madera.
Afortunadamente, estaba muy equivocado. Fernando León no fue sólo olímpico: En Atlanta ́96, se colgó al cuello el bien más preciado para un deportista… La medalla de oro de unas Olimpiadas.
Una de las leyendas vivas de la Vela europea, Fernando León, nos atiende en una de las zonas comunes de Las Suites de Puerto Sherry. Hemos aprovechado un receso al finalizar una de las jornadas del Campeonato de España de Snipe, celebrado en la Bahía gaditana.
De charlar pausado, y con ese delicioso acento canario que nunca perdió, no rehuyó a hablar de todos los aspectos de la Vela en España. Y, al tiempo, nos hizo un impagable resumen de una intensísima vida disfrutada -y nunca mejor dicho- en el mar.
Más que leer, escuchad estas intensas líneas, cargadas de sabiduría y de amor por la Vela. Y digo escuchad porque he tratado de transcribir lo más fielmente posible cuanto nos dejó en la grabadora… Así es que, ahí va:
Redactor: ¿Cómo fueron los inicios de Fernando León en el Mundo de la Vela?; ¿Qué lleva a un posible gran futbolista a decantarse por seguir en la Vela?
Fernando León: Para situaros un poco, os diré que provengo de una familia en la que somos seis hermanos.
Mis padres eran muy deportistas -mi madre aún lo es con más de 90 años-. Pero su deporte era el golf… Nada que ver.
La gran suerte para mí es que nos apuntaban a todo: tenis, yudo, natación, golf, fútbol… A lo que fuera.
Y resulta que, al sur de Gran Canaria está la Escuela de Vela Puerto Rico. Allí organizaban cursos de iniciación a nuestro amado deporte, en verano, y a precios muy asequibles. Y mis padres me apuntaron en 1974… Yo era un tierno infante de sólo 7 años.
Allí se produjo una situación curiosa, porque fue subirme al barco y sentirme como pez en el agua. Me sentía muy a gusto en un barco… Tenía una sensación rara. Había algo que me decía que ése era mi mundo.
Pero… Al acabar el curso, mis padres dijeron: “ha estado bueno… Ahora que siga jugando al fútbol, al tenis y demás.” Yo era el cuarto en orden de aparición -que dirían en el cine o el teatro-, y tenía que acoplarme al ritmo marcado.
Lo que pasa es que me di cuenta de que la Vela me gustaba mucho por lo siguiente:
A los niños que ya habían terminado el curso, sus padres les compraban un Optimist. En el Real Club Náutico Gran Canaria -del que eran socios mis padres- había un pequeño muellecito para esos niños.
Mis padres, no muy convencidos de que me gustara tanto, eran reacios a comprarme mi primer barco. Así es que lo que yo hacía era irme a la punta del muellecito, y cuando mis amigos regresaban de regatear, les pedía si me dejaban dar una vuelta.
Y, claro, eso es como pedirle a alguien la moto o el coche: “Dejarte mi Optimist… No lo tengo claro”. Aún así, había algún alma caritativa que accedía.
Viéndome, Pedro-Perico, un gran amigo de mi padre, le dijo: ¡¡ Coño!!, ¿Por qué no le compras un Optimist con las ganas que se le ven?.
Y mi padre tragó el tema a medias, accediendo a comprarme un Optimist de madera, cuando ya todo el mundo los tenía de fibra y con palos de aluminio. Pero daba igual. Lo más importante es que ya podía hacer lo mío, lo que me gustaba.
Así, comencé a salir a regatear. Navegaba con un barco peor, pero me daba igual. El mar, el sol, y navegar me daban una sensación de libertad enorme. Y cuidaba mi barco como si fuera la joya más preciada: mimaba al detalle las velas y afinaba el barco en todo lo posible. Aquello era la maravilla de la vida.
Y, bueno, mis padres fueron convenciéndose y me dejaban hacer. Así es que, antes de irse al golf, me dejaban en el Club Náutico. Allí me pasaba todo el día.
Entonces conocí a los hermanos Doreste, que ya regateaban y eran del club, ósea, de la partida. Luis era mi ídolo… ¡¡Qué sensación tenerle al lado, apoyándome y enseñándome!!
El caso es que, cada día, regateábamos a fondo y, al acabar, seguíamos juntos echando un partidito de fútbol.
Y para que comprendáis la gente que había allí, solo deciros que, junto a los hermanos Doreste, también eran de la partida Toni Navarro y Octavio Jiménez… Grandes competidores y campeones del Mundo.
Pero éramos una gran familia, en la que nos íbamos apoyando, arropando y enseñando los más experimentados a los más bisoños.
A los 15 años tuve una crisis, porque me dijeron que el fútbol o la Vela. Era el fútbol el que obligaba a elegir, no la Vela.
Pero lo valoré y elegí mis amigos y ese mágico mundo que me había hechizado.
Mi etapa en Optimist no fue realmente brillante. Mi rival y, sobre todo, amigo, Pedro Izquierdo, era la estrella relevante. Él ganó dos Campeonatos de España de la clase.
MOMENTOS AMARGOS
Contaba yo trece años cuando se murió mi padre. En esos tiempos, y más en las familias numerosas, el marido salía a la calle a buscar cubrir las necesidades, mientras que la mujer se ocupaba de la casa y los niños. Así es que no puedo decir que nos quedáramos en precario, pero estaba claro que no había un duro para caprichos.
Y seguimos haciendo camino. De este modo, saltamos a 420, una clase en la que fuimos pioneros en las Islas, pues allá no existía.
Este cambio de categoría fue como abrir el melón para mí. Los 420 son barcos rápidos, mientras que los Optimist son lentos. Y ése era mi tipo de barco. Enseguida, empecé a ganar regatas, dejando tras de mí a chicos que me habían estado ganando hasta entonces -Pedro incluido-. Y, pese a ese cambio en las tornas, seguimos siendo muy buenos amigos. ¡La Vela es así!.
De pronto, se produjo un vertiginoso salto hacia adelante. Gané mi primer Campeonato de España de 420 con quince años, lo que supuso la clasificación para el Campeonato de Europa. Fui subcampeón de Europa y eso me llevó al Mundial.
Y con sólo 15 años fui subcampeón mundial, aunque debía haber ganado. Y me explico: gané 6 de ocho regatas y quedé segundo en otra. Y en la manga final, me descalificaron tras ganarla.
El norteamericano, que tenía más tablas que yo, sabía que si me reclamaba y ganaba la reclamación, a mí me
descalificarían y, en esos tiempos, no te podías descontar un “descalificado”, por lo que tuve que descontar el segundo.
Mi rival dijo que yo había remado durante la competencia. Yo iba y acabé primero, así es que le pregunté que cómo yendo octavo me veía…
Pero yo apenas hablaba aún inglés y mis conocimientos del Reglamento eran, también, limitados. El resultado fue que mi primera visita a la Sala de Protestas fue una pésima experiencia. Él ganó y yo me fui bastante enfadado.
Lo que pasa es que el cabreo no duró demasiado, pues al año siguiente le gané y me convertí en Campeón del Mundo con sólo 16 años.
Fue entonces cuando Miguel Company, que era Presidente de la Federación Española de Vela y que tenía unas becas para los chavales que iban especialmente bien, me concedió una para ir a la Blume en Barcelona al terminar el COU.
Y allí me junté con los Doreste. Para mí era como “¡¡Jó, tío, qué guapo ésto!!”.
Y llegó la segunda parte de mi quilombo particular… No encontraba tripulante. Ninguno de mis amigos canarios querían venir a Barcelona, todos querían Madrid, Madrid, Madrid. A todo esto, me llama un muy buen amigo de Alicante, Kiko Sánchez, y me dice: “Fernando, yo me voy a Barcelona contigo. Mi padre me paga el viaje y la estancia”. Y decidí probar.
Ser olímpico en esas fechas era disponer de una pequeña beca, un juego de velas gratis al año e ir a las regatas del Circuito Olímpico. Y fuimos a las semanas de la Vela Olímpica de Alemania, Holanda, Francia, Italia…
Empezamos a ganar a los Doreste, pero ellos se cambiaron enseguida de categoría.
Y así, fuimos a Seúl ́88 y se cumplió mi primer gran sueño. No tenía como objetivo ganar una medalla en Seúl. Yo estaba “privado” y pensaba”¡¡Tío, qué de puta madre, lo hemos hecho!!”.
Pero no estábamos tan lejos de las medallas, porque hubiéramos sido plata si, en la última regata, no se le hubiera roto el trapecio a Kiko, lo que le mandó al agua y volcamos. Al final, fuimos cuartos. A un solo pasito de las medallas.
Lo importante es que ya estábamos en la rueda de los regatistas olímpicos.
Habíamos conocido a Felipe VI compitiendo en 420 y llegamos a un compromiso para competir con él en Barcelona ́92. Pensamos mucho con qué barco hacerlo, pues él tenía una agenda muy apretada y no podía dedicar demasiado tiempo a entrenar. De ahí que eligiéramos el Soling.
Y llegamos a Barcelona, donde acompañando a nuestro actual Rey, terminamos en una más que digna sexta posición.
EL SALTO DEFINITIVO
Al acabar Barcelona yo quería un barco más rápido y probé un catamarán. Y fue subirme en él y decir: ¡Ésto es lo mío!
En 1994, mi primer año en Tornado, conseguí el Campeonato del Mundo. Fue en Bastad (Suecia).
Y al año siguiente fuimos terceros, tanto en el Mundial como en el Europeo.
… Lo que nos plantó en Atlanta ́96. Puede sonar fuerte lo que os digo, pero es que arrasamos. Pepote -mi nuevo tripulante- y yo nos compaginamos muy bien y hasta parecía fácil todo. Nos llevamos la medalla de oro de una manera tan clara que parecía algo sencillo de lograr.
Proseguimos en el equipo olímpico tras este éxito y al año siguiente fuimos subcampeones en el Mundial de
Bermudas; en el ́98 fuimos terceros en Brasil y, en el ́99 terminamos terceros en el Europeo de Pollensa.
De esta manera, llegamos a Sidney. Pero allí nos presentamos algo cansados. Notábamos que ya necesitábamos un cambio. Eso supuso el final de mi carrera olímpica.
Entrevistador: Fueron muchos años en Barcelona y becado. ¿Daba de sí la beca como para vivir bien?
Fernando León: La beca me mandó a Barcelona, pero ibas muy justito con ella. Desde el primer momento, para complementarla, tenía que dar clases de Matemáticas y Física a los niños de 1o de BUP, limpiaba barcos con unos amigos… En definitiva, tenías que buscarte la vida… Buscarte la vida, Ésa es una de las cosas buenas que te da el mar: aprendes a buscarte la vida. Y es que, cuando te quedas sólo ahí fuera, te dices: “aquí, o te buscas la vida o estás jodido, jodido”.
Todo cambió con el “boom” de los Cruceros. Toño Gorostegui fue el que abrió el camino para llegar a ser profesional en la Vela. Comenzaron a llegar armadores con patrocinadores y, a los 20 años, firmé mi primer contrato profesional con Banca Catalana para llevar el crucero “Los tres cuartos”. Me pagaron dos millones de pesetas, una pasta en esa época y más para mí, que vivía a lo justo. ¡¡Me creía Messi!!
A partir de Sidney me dediqué sólo al crucero. Trataron de convencerme para que volviera al equipo olímpico para Atenas, pero les dije: “No. Ya está bien así. Paremos”.
Por medio, había estudiado aparejador, y me apetecía tratar de compaginar los cruceros con la arquitectura… Pero entonces llegó la explosión de los TP52, un grupo de armadores y patrocinadores con muchas ganas y con mucho poder económico. Y tú estás ahí y te llaman con ofertas que no puedes rechazar.
Entrevistador: Y llegaron las crisis…
Fernando León: En efecto. La primera que notamos mucho fue la de 2010, cuando los patrocinadores se fueron en busca de la televisión (fútbol, tenis, baloncesto…). Y cuando parecía que, poco a poco, nos íbamos recuperando con los TP52 y demás, llegó la pandemia y volvió a arrasar con todo.
En estos días, andamos en reactivar la actividad. Estuvimos en la Copa del Rey y la ganamos. Pero ocurre también que, desde inicios de este año me planté en lo de buscar patrocinador. Son muchos años peleando y explicando lo mismo, lo que te da una sensación extraña, y dices: “Tío, tienes mi dossier y sabes quién soy y cómo trabajo. Si no te gusta no pasa nada, pero no me hagas tener la sensación de que estoy rogando”.
Ahora, están empezando a aparecer armadores que me dicen: “Tú pon la tripulación, que el barco y el patrocinador corren de mi cuenta” y a mí, esa fórmula me parece más acertada.
De cualquier manera, la actividad en Cruceros está floja. Ahora prácticamente se reducen a regatas de club. Hemos dado muchos pasos atrás.
Entrevistador: ¿Y la Vela Clásica?
Fernando León: No he tenido la oportunidad de navegar en Vela Clásica y tengo muchas ganas de probarlo, de ver cómo van esos barcos. Yo los veo navegando y digo: ¡¡Joé, esto tiene una pinta del carajo!! Y estaría bien probarlo…
De hecho, hace años hubo un proyecto con el Rey y su abuelo, lo que pasa es que era una idea más romántica,
relacionada con los barcos clásicos. Pero ocurrió que, después, se metieron muchos buitres por medio. Y uno es un “desgraciao” para estar ahí. Demasiados “tiburones” merodeando.
Me maravilla que haya armadores que inviertan en recuperar estas embarcaciones tan maravillosas y ponerlas a navegar. Además, yo les sigo cuando puedo y, por ejemplo, el ambiente en la Copa del Rey, en Mahón, es increíble.
Ayer -por el día previo al Campeonato de España de Snipe, celebrado en Puerto Sherry-, supimos, en una presentación que nos hizo Petete, de la creación de algo que creo es una genial idea: La Fundación de la Vela Clásica (si no recuerdo mal el nombre). Contar con ayudas fiscales para los patrocinadores, con orientación para los armadores, con apoyos a la organización de eventos para estos barcos… Para mí, chapeau!!.
En Canarias, tenemos la Vela Latina, botes que son muy rudimentarios, no son barcos muy marineros. Pero es que te quedas alucinado con la afición y el ambiente que hay, con lo cual, fantástico.
Porque hay que tener claro que todo es Vela. Para mí, el buen marinero tiene que saber navegar en todo. Y lo he llevado a la práctica. He navegado en casi todo. Ahora estoy en Snipe, mañana estaré en quien sabe qué. El buen navegante tiene que desempeñar bien en cualquier embarcación. A mí me falta la Vela Clásica y me falta un Volvo de la Vuelta al Mundo. Sin embargo, ves navegantes que van de maravilla en un tipo de embarcación y los cambias y son un pato. También los hay críticos con todo lo que consideran que no es “puro”. Pero, ¿qué es puro?… No pueden criticar los foil, porque han aportado espectacularidad y han atraído a las televisiones, dando visibilidad a nuestro deporte. Y todo lo que haga que se hable de la Vela es bueno para mí.
Entrevistador: ¿Y qué opinas de ese oportunismo que lleva a prensa y políticos a hablar de la Vela en las Olimpiadas -porque es un deporte que da medallas-, para devolvernos al ostracismo una vez acabado tan magno evento?
Fernando León: A ver… Siempre nos hemos sentido utilizados, pero es verdad que, al menos se fijan en nosotros una vez cada cuatro años, y eso quiere decir que algo estaremos haciendo bien.
De todas formas, que os voy a decir. Mirad la tele y la prensa y veréis en lo que se fijan… Y para colmo, nuestro deporte es muy resultadista. No podemos vivir de la imagen, sino de los resultados. Y si no son todo lo buenos que esperan, te quedas enseguida fuera.
Entrevistador: ¿Y No perjudica a la Vela esa imagen que tiene de deporte pijo?
Fernando León: Hay que contemplar dos partes: Es verdad que la familia real nos ha ayudado mucho, pero, por otro lado, la imagen que se ha dado es que es muy elitista. Y eso que, comparado con otros deportes, los del motor por ejemplo, la Vela es barata.
Aún así, algo de cierto hay en lo de ser elitista, porque a la edad en que se practica la Vela Olímpica, a partir de loa 17 ó 18 años, si tú no tienes un padre con un bolsillo fuerte, dispuesto a apostar por ti, nadie te va a aportar los 60.000/70.000 euros que se necesitan por temporada.
Lo que sí es verdad es que las federaciones autonómicas y los clubes han avanzado muchísimo para hacer que la Vela sea más cercana a la gente, con programas muy acertados con los colegios. Y es que ahora, en el Club Gran Canarias tú apuntas a tu niño a un cursillo que te costará unos 150 euros y te lo ponen todo. Tú vas con él y ellos te ponen el Optimist, los monitores… Todo, todo. Y está 15 días navegando, con lo cuál, dime dónde encuentras una actividad más económica.
En el otro lado de la balanza está la Copa América o los TP52. Eso sí es elitista, con presupuestos millonarios, pero también se puede acceder a ellas sin ser millonarios. Yo provengo de una familia que no era para nada millonaria, ni los Doreste, ni Jordi Calafat. De dinero cero. Para vivir bien, sin más.
También ocurrió que, con la Copa del Rey y la presencia continuada de Sus Majestades en estos eventos, se atrajo a mucho famoseo, que a su vez arrastró a la prensa rosa. Y eso hizo muchísimo daño a la imagen de nuestro deporte. De todas formas me dicen: la Vela es
elitista. Y yo les contesto: ¿Y los fichajes del Madrid y el Barcelona, ¿qué? Y los precios de las entradas para según qué partido de fútbol, ¿qué?.
En la Vela, elitista es la Copa América. De hecho, son tres barcos, cuatro barcos. O La Vuelta al Mundo. Y aún así, ¡ojo! Estamos hablando de la Fórmula 1 de la Vela y si comparamos el presupuesto del mejor equipo de la Copa América con el del peor equipo de la Fórmula 1 no hay color. No tienen nada que ver.
Y, por otra parte, navegar en Optimist no es elitista, no es nada elitista.
Otra cosa fantástica que se ha producido estos últimos años es que, antes, para poder navegar tenías que ser socio de un club. Y no todo el mundo podía permitírselo. Ahora ya no es necesario. Ahora cualquiera puede navegar sin ese costoso requisito. Y esto se nota. Se nota mucho. El número de practicantes de nuestro deporte ha crecido mucho, y se debe principalmente a esto.
Entrevistador: ¿Y qué planes tienes de futuro?
Fernando León: Sólo tengo clara una cosa: yo no me voy a retirar. Si quieren, que me retiren. Hombre, hay cosas a las que ya no llegas, porque tengo 55 años y el físico ya no es el mismo por bien que estés. Además, te surgen otras inquietudes también. Pero te advierto que si me llaman para ficharme para un proyecto de Copa América, ahí estaré. Y si es para regatear en un clásico, con el mismo gusto. Porque el romanticismo tiene que existir. Es parte de la Vela y del mundo de la mar.
Y así cerraba una conversación de algo más de una hora uno de los más grandes que ha dado la Vela española y europea. Como veis, el entrevistador ha intentado hablar lo menos posible, porque cada minuto de charla de este gran maestro es digna de ser disfrutada sin interrupciones.